En este día lluvioso, principios del otoño, miraba por la ventana recordando los meses anteriores. ¡Cómo y cuánto ha cambiado todo desde entonces! Este es uno de esos momentos en los que frenas y haces balance de todo lo ocurrido, aprendido, vivido, experimentado, sentido. Y al final te das cuenta de que todo era cuestión de proponérselo.
Proponerte que vas a cambiar, que empezarás de cero y tratarás de ser feliz por ti misma, sin depender de nadie, sólo de tus sentimientos, de tus ganas y de tu ser. Disfrutar de tu vida a tu manera, sin cambiar por nadie, sin cuestionarte porqué no eres perfecta para unos y sí para otros. Sólo siendo tú.
Años perdida, para aprender (y comprender, al fin) en sólo dos meses que hay personas únicas las cuales no podrás sustituir, pero encontrarás personas mejores que te querrán tal y como te quieras a ti misma y entonces entenderás que eres joven, con un océano de posibilidades delante de ti y que porque algo no sale como esperabas, el mundo no se acabará.
Conseguir quererse a una misma, valorarse, mirarse al espejo sin vergüenza, sin querer ser otra persona.
Depender solo de ti, sacar provecho de tus fracasos y levantarte tras las decepciones y los golpes de la vida.
Cuando dejas a un lado las idioteces que te ciegan, serás capaz de ver realmente a las personas que te rodean. Aprenderás cómo son en realidad, si las quieres o prefieres echarlas de tu vida. Valorarás las amistades de verdad, tendrás hambre de conocer más y sed de momentos felices.
En este día lluvioso, principios del otoño, miro por la ventana y pienso en todo el camino recorrido, todas las experiencias aprendidas durante mis viajes, todo lo que me queda por vivir y aunque no sé qué me deparará mañana, sé que ya no tengo miedo, que estaré bien.
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