No le pides nada a la vida. Te sientas y esperas que todo sea tan fácil como cuando eras niño. No te cuestionas nada, no arriesgas, no te mojas, no vives.
Sueñas con cosas pequeñas, barquitos de papel a la deriva de un mar de incertidumbres que no te atreves a surcar.
Deseas que con mirar al cielo baste para oír llover; que con cerrar los ojos cese la violencia, y con girar tu cara desaparezca el dolor.
Mírate, sólo un momento y dime, ¿de verdad crees esos cuentos? ¿Crees que estás vivo?
Tienes tanto miedo a actuar... sí, tú, aquel que no da su tiempo a los demás, que no comparte su alegría con la gente y que se llena los bolsillos de monedas vacías.
Si no alzas la voz, no opines. Si no actúas para cambiar, no te quejes. Si has elegido ser un borrego, adelante. Vive con ello, pero no esperes que tu vida torne a mejor. No esperes apoyo cuando nunca lo ofreciste. No pidas el oro que nunca regalaste. Por que desde el momento en que decidas esperar, todos aquellos que decidieron avanzar se olvidarán de ti.
Sin embargo, ¡qué injusta es la vida! Porque al final, mientras tú esperas, solo y sin esperanza, otros lucharán por un mundo mejor que, al fin y al cabo, acabará salpicándote con su majestuosidad.
Así que, tú, que esperas sentado, tan solo hazme un favor: sé educado y da las gracias o levántate y únete a la causa de la vida, participa en el mundo y vive en comunidad.
Por que la vida no trata de esperar, trata de actuar.
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