Los sonidos huecos de una guitarra rota,
destruida por el tiempo,
no se pueden arreglar.
Sin embargo, hay un momento,
cuando aparece el maestro,
que hace vibrar las cuerdas,
y éstas vuelven a cantar.
Cada nota afinada, suena miedosa al principio,
elevando su voz poco a poco,
con temor a errar.
Se confía, cobra fuerza
pero de pronto comienza a resbalar.
Hasta tres veces se resbala,
prometiéndose que no volverá a tocar
esa nota grave y oscura que la obliga a fallar.
A pesar de todo el maestro insiste
tocando de nuevo, arrepintiéndose luego
para decir una y no más.
Pero la guitarra se ha vuelto a romper
quebrando su confianza,
quebrando su fe.
Y es que a una guitarra rota
por los tres mismos sitios donde resbaló
no se la puede pedir volver a sonar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario